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Sueños (I)


En el Teeteto de Platón,  Sócrates pregunta: ¿Qué prueba podrías dar si alguien te preguntara ahora, en este momento presente, si estamos dormidos y nuestros pensamientos son un sueño o si estamos despiertos y hablamos el uno con el otro en nuestra condición despierta?”. 

Teeteto admite la reflexión como una duda existencial irresoluta en la que la posibilidad de que tanto él como su interlocutor estén soñando es del todo factible, y Sócrates lo corrobora: Así que ya ves, incluso esta abierto a la incertidumbre el si estamos despiertos o soñamos”.

Pero el debate entre la realidad o la ilusión de los sueños sigue sin determinar la proporción exacta que combina estos dos ingredientes para sustentar la noción del mundo onírico del que formamos parte. Mientras tanto, cada noche, transitamos nuestras pequeñas parcelas de realidad alternativa con la esperanza de encontrar respuesta a las preguntas que siguen vigentes tras los párpados cerrados.

Soñar es una experiencia universal y arrebatadoratodos los seres humanos duermen y por tanto todos los seres humanos sueñan. Existen infinitas sensaciones asociadas a los sueños que los catalogan de forma subjetiva y también bajo los epígrafes arquetípicos que nos conciernen como especie. Pero incluso cuando se reconocen todas estas características psicológicas y físicas que son la estructura del sueño, quedan preguntas desconcertantes acerca de este fenómeno cotidiano. ¿Qué son los sueños?¿De donde proceden?¿Y que significado, si tienen alguno, albergan dentro de la vida del soñador?.

Los pueblos antiguos, como los egipcios y los griegos, sostenían que los sueños eran mensajes enviados por los Dioses, como tales los interpretaban y atendían sus significados como mandatos divinos que debían cumplir.
Sigmund Freud pensaba que los sueños eran creaciones del cerebro humano que podían servir como puertas a las profundidades de la psique, al lugar remoto donde se esconden nuestras frustraciones y deseos ocultos.

En la actualidad algunos científicos han teorizado que los sueños son fragmentos innecesarios de información que son expulsados de la memoria. Pero sean cuales sean las creencias que sostengan los investigadores o la actitud con la que se acerquen al fenómeno, siempre han buscado un significado concreto a las imágenes que llenan nuestros sueños.

“Un sueño no interpretado es como una carta a uno mismo no leída reza el Talmud Hebreo. Algunos estudiosos de lo oculto han sabido aprovechar esta necesidad de conocimiento y han ideado pormenorizados tratados sobre interpretación de sueños que al margen de una curiosidad histórica y un rentable negocio aportan pocas respuestas a la incógnita de su naturaleza.
Para muchos filósofos, la cuestión central de los sueños que ya citaba Platón, es la que presenta la paradoja de la mariposa de Chuang Chou.
Conocido también como Chuang-tsu, este respetado filósofo chino del siglo XIV planteó la cuestión en los siguientes términos:

Un hombre sueña que es una mariposa, una mariposa que aletea feliz en los campos. El hombre despierta del sueño y surge la duda. ¿Es realmente un hombre que sueña que es una mariposa o una mariposa que sueña que es un hombre?”.

Incluso Carl Jung en su autobiografía de 1936, Memorias, sueños y reflexiones narra un sueño de este tipo. En 1944 tras una larga enfermedad soñó que “Caminaba a lo largo de una pequeña carretera por un paisaje de colinas, cuando llegué a una capilla junto al camino. La puerta estaba entreabierta y entré. Frente al altar, de cara a mí, había un yogui en la posición de loto sumido en profundas meditaciones. Cuando le miré más atentamente, me di cuenta de que tenía mi rostro. Desperté con profunda sorpresa y dije: Ajá, así que es él quien esta meditando en mí. Él tiene un sueño y ese sueño soy yo”.

Perviven otras sociedades que hoy en día mantienen intacta la creencia que equipara al sueño con la realidad. La tribu Kai de Nueva Guinea y los Ashantis de África occidental afirman por ejemplo que si un hombre sueña que comete adulterio debe de ser juzgado por ello.
Una muestra curiosa que ilustra de este concepto universal, la encontramos en las crónica del escritor británico Laurens Van der Post. En uno de sus viajes al desierto del Kalahari entro en contacto con el pueblo San que habita aquella región.
Laurens les pidió que le hablaran sobre sus sueños y un anciano San le dijo: “¿Sabe? Es muy difícil decir que son, porque siempre hay un sueño que nos sueña a nosotros”.

En Occidente la cuestión filosófica que envuelve a los sueños se relega con una clara distinción entre el sueño y la realidad y la teoría onírica se decanta por la vertiente interpretativa del significado de los sueños.
Los antiguos egipcios se sintieron tan fascinados por las imágenes del ensueño que elevaron a categoría de ciencia la Oniromancia o adivinación mediante sueños.
Existen indicios firmes respecto a estas prácticas en tablillas grabadas o por ejemplo en un texto que se atribuye al rey Merikare, un faraón que gobernó allá por el 2070 a.c.
Merikare creía que los sueños predecían el futuro de forma inversa, es decir que simbolizan exactamente lo contrario de lo que parecen.

En Israel se compartía esa visión respecto a los sueños hasta el punto de que las palabras “soñar” y “ver” eran la misma.
Encontramos numerosos ejemplos en el Antiguo Testamento, sueños como mensajes de Dios e intérpretes tan certeros como José y Daniel.

Han sido muchos los Dioses griegos y romanos que al igual que el Dios único hebreo han usado los sueños para hablar con los humanos: Zeus empleaba a Hipnos, el Dios del sueño y a su hijo Morfeo, Dios de los sueños para hacer llegar mensajes a los mortales.
Hermes, el mensajero alado era normalmente el encargado de entregar tales comunicaciones por medio de inspiraciones, consejos, profecías y advertencias.
La mayoría de los griegos pensaban que los sueños eran fantasmas capaces de adoptar formas. Así nunca decían que “habían tenido “ sueños, sino que los habían “visto”y que esos fantasmas los visitaban y hacían compañía durante el periodo de ensoñación.

Para discernir la verdad que se escondía tras estas revelaciones, los griegos desarrollaron numerosos rituales para inducir sueños que consideraban sanadores y verdaderos.
Un ejemplo de estas prácticas lo encontramos en las visitas de los enfermos al templo de Esculapio (Dios de la medicina) en Epidauro. Allí se tendían en el suelo a dormir con la esperanza de que la deidad les visitara en sueños.
En la cultura musulmana, se dice que Mahoma creía de tal modo en los sueños que cada mañana al despertar contaba sus visiones a sus discípulos y luego interpretaba los sueños de los demás. De hecho después de que un discípulo soñara durante una llamada a la plegaria, Mahoma instituyó el adhan en el que el muecín llama a los fieles a rezar.

Los sueños han inspirado a grandes personajes de todos los ámbitos, políticos, científicos y también artístico. Samuel Taylor Coleridge en 1798 se adormeció mientras leía en una granja en Somerset, Inglaterra. Después contó que en sueños había escrito no menos de 200 ó 300 líneas de poesía. Cuando despertó Coleridge corrió a escribir los versos que habían acudido a él en sueños, pero cuando llevaba transcritas 54 líneas alguien lo interrumpió y no pudo recordar nada más.
Esas líneas importadas de los sueños se traducen en el espectral fragmento poético “Kubla Khan”.
Robert Louis Stevenson afirmaba que historias completas le llegaban en sueños e incluso que los personajes le explicaban sus motivaciones y objetivos mientras él dormía de modo que al despertar solo tenía que copiar lo que aquellos “duendecillos” le dictaban.

Otros artistas como Mozart y Schumann afirmaron haber oído por primera vez sus composiciones mientras dormian. Richard Wagner, explicaba en su autobiografía de 1865 como las ideas musicales adquirían forma en estado hipnagógico, en el periodo fronterizo entre el sueño y la vigilia.
Pero sin duda el caso más curioso de actividad onírica lo encontramos en Giuseppe Tartini.

Tartini era un compositor italiano del siglos XVIII que soñó que hacía un pacto con el diablo. El trato consistía en que el diablo se convertiría en sirviente de Tartini si este lo ayudaba a escapar de una botella en la que se encontraba prisionero.
Según relata, en cuanto liberó al diablo este cogió un violín y ejecutó una melodía exquisita e inigualable. Cuando Tartini despertó duplicó la obra del Diablo, la composición es hoy en día considerada como la mejor obra de Tartini y también un homenaje al mundo de los sueños.


PG Escuder.