En el Occult Museum, que los
Warren fundaron en Connecticut hace más de cincuenta años está la auténtica
muñeca Annabelle. Sigue encerrada en una urna, protegida por hechizos y
advertencias de todo tipo, aun así de vez en cuando algún visitante del museo
con ganas de tentar a la suerte se burla de la muñeca o llama con los nudillos
a su diminuta portezuela. Pasan cosas si te burlas o te acercas demasiado a
esta muñeca de trapo, la gente muere,
tiene accidentes extraños en cuanto sale del museo. Los implicados no tienen
dudas: Annabelle hace que ocurran esas cosas, hace que la gente muera. La
muñeca está verdaderamente maldita.
Entonces contrataron los
servicios de una médium, que inmediatamente acudió a la casa y entró en
contacto con el ente que estaba trastornando la vida de las dos mujeres. La
muñeca se reveló como objeto contenedor del alma de Annabelle Higgins, una niña
de siete años que según se comprobó había sido asesinada en aquel mismo lugar muchos
años atrás. Antes de que se edificasen las actuales viviendas, quizá en aquel
terreno Annabelle, cuando estaba viva, jugaba y era feliz. Según dijo la
médium, la niña se sentía cómoda con la presencia de las jóvenes y les pidió
que la dejaran quedarse, ya que se sentía muy sola “al otro lado”. La historia de la pobre niña muerta conmovió
a Donna y Angie que accedieron. A partir de ese momento empezaron a llamar
Annabelle a la muñeca y a tratarla como si realmente estuviese habitada por el
espíritu de la difunta niña.
Aterrorizados pidieron ayuda al párroco local que alertado por los hechos comunicó a su diócesis lo sucedido. Poco tiempo después el caso fue remitido al padre Cooke. Fue él quien llamó a los Warren para que investigasen a Annabelle, en vista de que sus intentos de exorcismo habían fracasado estrepitosamente. Los Warren concluyeron que la muñeca no estaba embrujada, sino poseída. En la casa de Donna había un espíritu demoníaco que usaba la muñeca para atraer su atención, aunque su verdadera intención era poseer a Donna. Para liberar a Annabelle se hicieron varios exorcismos pero ante la imposibilidad de confirmar que el ser demoniaco la había “abandonado”, el matrimonio Warren decidió llevarse la muñeca y ponerla a buen recaudo. Fue entonces cuando la instalaron en su museo.
Desde ese mismo día Annabelle comenzó moverse con toda libertad por la casa de los Warren. Aparecía en las habitaciones, incluso en las que estaban cerradas, los ruidos extraños que habían experimentado Donna y Angie se escuchaban ahora en todos los rincones de hogar de los investigadores.
Con ayuda del sacerdote Jason Bradford, habitual colaborador de la pareja, los Warren encerraron a Annabelle en su actual urna, para que no volviese a atormentar nunca más a nadie. Jason Bradford, quiso demostrar que la muñeca era inofensiva, la zarandeó, la retó y se burló de ella antes de meterla en la caja. Cuando salió de la casa, de vuelta a su parroquia, sufrió un gravísimo accidente en la autopista que casi le cuesta la vida. No tuvo tanta suerte el chico que se atrevió a golpear la urna de Annabelle, fue el propio Ed Warren quien lo echó a patadas del museo. Minutos después el muchacho se estrelló con la moto contra un árbol y murió en el acto.
Dice la gente que es Annabelle la que hace que ocurran estas cosas, el demonio que la maneja, el espíritu de la niña que la habita. El cine nos la devuelve, un siglo después, mientras ella nos observa tras el frágil cristal de su prisión.
Quién sabe si esperando a que su historia sea olvidada y convertida de nuevo en regalo regrese a los brazos de una niña inocente.
En el libro The Demonologist: The
Extraordinary Career of Ed and Lorraine Warren, su autor Gerald Brittle relata los pormenores del origen y peripecias de la
muñeca conocida como Annabelle. Annabelle es una Raggedy Ann. Las Raggedy
Ann son un tipo de muñecas de trapo
creadas a finales de 1915 que se comercializaron tres años después junto al
libro Raggedy Ann Stories. Inmediatamente se convirtieron en un éxito de ventas
y en pocos años pasaron a ser objeto de culto para los coleccionistas.
Lorraine y Ed Warren en su museo, junto a Annabelle |
En 1970 una mujer compró esta
muñeca para regalársela a su hija el día que cumplía 20 años. Donna era
estudiante de enfermería y adoraba jugar con muñecas, así que sumar a su
colección una auténtica Raggedy Ann de principios de siglo fue todo un logro.
No consta que nadie hubiese informado antes de sucesos extraños relacionados
con la muñeca, pero desde que Donna y su compañera de piso Angie, acogiesen a
Annabelle se desencadenaron los hechos que han dado origen al diabólico mito.
La muñeca aparecía en distintos
lugares de la casa sin que nadie la tocase, se mecía sola, se oían ruidos
extraños procedentes de la habitación donde la tenían guardada, las dos chicas
notaban presencias en la casa, susurros que las llamaban por su nombre y que en
todos los casos las remitían a la muñeca como foco del que emanaban los
terroríficos fenómenos. Según relatan
Angie, Donna y el novio de esta Lou,
durante un tiempo aparecieron en la casa mensajes escritos con letra de “niño”
en los que se podían leer llamadas del tipo “Ayuda” o “Ayúdanos”. Las chicas intentaron tomar medidas,
encerrando la muñeca bajo llave, pero de algún modo inexplicable volvían a
encontrarla acostada en la cama o sentada en un rincón del cuarto. Hasta que un
día apareció escrito “Ayudad a Lou” y se asustaron tanto que decidieron buscar
ayuda.
La muñeca desposeida es igualmente horripilante |
A Lou, en cambio, todo aquello le
pareció una locura y decidió deshacerse de ella de una vez. Cuando intentó
coger la muñeca, sintió un fuerte y lacerante dolor en el pecho, se levantó la
camiseta y los testigos pudieron ver siete heridas a modo de marcas de garra
que le atravesaban el pecho de lado a lado. Lou sangraba profusamente, pero en
cuanto se alejó de Annabelle y salió del cuarto la hemorragia se detuvo y las
heridas remitieron en cuestión de minutos.
Aterrorizados pidieron ayuda al párroco local que alertado por los hechos comunicó a su diócesis lo sucedido. Poco tiempo después el caso fue remitido al padre Cooke. Fue él quien llamó a los Warren para que investigasen a Annabelle, en vista de que sus intentos de exorcismo habían fracasado estrepitosamente. Los Warren concluyeron que la muñeca no estaba embrujada, sino poseída. En la casa de Donna había un espíritu demoníaco que usaba la muñeca para atraer su atención, aunque su verdadera intención era poseer a Donna. Para liberar a Annabelle se hicieron varios exorcismos pero ante la imposibilidad de confirmar que el ser demoniaco la había “abandonado”, el matrimonio Warren decidió llevarse la muñeca y ponerla a buen recaudo. Fue entonces cuando la instalaron en su museo.
Desde ese mismo día Annabelle comenzó moverse con toda libertad por la casa de los Warren. Aparecía en las habitaciones, incluso en las que estaban cerradas, los ruidos extraños que habían experimentado Donna y Angie se escuchaban ahora en todos los rincones de hogar de los investigadores.
Con ayuda del sacerdote Jason Bradford, habitual colaborador de la pareja, los Warren encerraron a Annabelle en su actual urna, para que no volviese a atormentar nunca más a nadie. Jason Bradford, quiso demostrar que la muñeca era inofensiva, la zarandeó, la retó y se burló de ella antes de meterla en la caja. Cuando salió de la casa, de vuelta a su parroquia, sufrió un gravísimo accidente en la autopista que casi le cuesta la vida. No tuvo tanta suerte el chico que se atrevió a golpear la urna de Annabelle, fue el propio Ed Warren quien lo echó a patadas del museo. Minutos después el muchacho se estrelló con la moto contra un árbol y murió en el acto.
Dice la gente que es Annabelle la que hace que ocurran estas cosas, el demonio que la maneja, el espíritu de la niña que la habita. El cine nos la devuelve, un siglo después, mientras ella nos observa tras el frágil cristal de su prisión.
Quién sabe si esperando a que su historia sea olvidada y convertida de nuevo en regalo regrese a los brazos de una niña inocente.